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El nuevo sueño americano está fuera de sus fronteras

Durante décadas, el “sueño americano” se presentó como una promesa irresistible: con esfuerzo y determinación, cualquier persona podía prosperar en Estados Unidos. Comprar una casa en un barrio tranquilo, enviar a los hijos a la universidad, pagar un seguro de salud que garantizara tranquilidad y construir un patrimonio para la jubilación eran los pilares de esa narrativa. Sin embargo, en los últimos años esa idea ha comenzado a desmoronarse para millones de ciudadanos. El encarecimiento del costo de vida, la fragilidad del sistema de salud, la polarización política y una sensación generalizada de inestabilidad han provocado que cada vez más estadounidenses busquen fuera lo que ya no encuentran dentro. Las cifras muestran con claridad el alcance de esta tendencia. Según la Association of Americans Resident Overseas (AARO), alrededor de 5,5 millones de estadounidenses residen actualmente fuera del país. Y la cifra crece: en el primer trimestre de 2025 más de 1.200 personas renunciaron legalmente a su residencia en Estados Unidos, un aumento superior al 100 % en comparación con el mismo periodo del año anterior. Lo que antes parecía un fenómeno aislado —mudarse a otro país en busca de aventura o retiro— hoy se perfila como un movimiento social y cultural de gran escala. El motor de este cambio es, en buena medida, económico. En ciudades medianas de Estados Unidos, un apartamento de alquiler puede superar fácilmente los 1.500 dólares mensuales, mientras que en destinos emergentes como Tirana, en Albania, se encuentran viviendas por menos de 300 dólares. En Rumania, Portugal o México, jubilados y trabajadores remotos reportan que sus ingresos rinden el doble o el triple de lo que lograban en su país de origen. Este abismo en el costo de vida se extiende también al ámbito de la salud: una simple consulta médica en Estados Unidos puede costar cientos de dólares, mientras que en buena parte de Europa y América Latina se accede a atención de calidad por precios simbólicos o incluso gratuitos gracias a sistemas públicos. Pero el dinero no lo explica todo. La polarización política y social en Estados Unidos ha alcanzado niveles que muchos consideran insoportables. La violencia armada, las discusiones constantes sobre derechos civiles y la falta de consenso en cuestiones básicas de convivencia generan una atmósfera de desconfianza y agotamiento. Para muchas familias, la decisión de emigrar no responde únicamente a cálculos financieros, sino a un deseo profundo de vivir en un entorno más estable, donde el día a día no esté marcado por la incertidumbre o la confrontación. Los destinos preferidos varían según la etapa de la vida y las expectativas de cada persona. Canadá y México resultan atractivos por la cercanía geográfica y cultural; España y Portugal ofrecen un estilo de vida mediterráneo con climas agradables y sistemas de salud robustos; países como Rumania, Albania o Croacia emergen como refugios para nómadas digitales que buscan bajo costo de vida, conexiones rápidas a internet y visas diseñadas especialmente para trabajadores remotos. Cada lugar representa una nueva versión del sueño americano, adaptada a realidades muy diferentes de las que se viven en Nueva York, Los Ángeles o Chicago. Migrar, sin embargo, no es un camino libre de obstáculos. El proceso de obtener una visa puede ser largo y complejo, y no todos los países abren sus puertas con facilidad. Además, los estadounidenses que se establecen fuera siguen obligados a presentar declaraciones fiscales en su país de origen, lo que genera trámites adicionales y, en algunos casos, una doble carga tributaria. A esto se suma el reto de integrarse a nuevas culturas: aprender un idioma diferente, aceptar costumbres que chocan con las propias y adaptarse a un ritmo de vida que puede resultar más lento o más burocrático. Sin embargo, quienes han dado el paso aseguran que estas dificultades iniciales se transforman con el tiempo en aprendizajes valiosos y que el balance general es positivo. Las historias personales refuerzan la magnitud de este cambio. Una profesora jubilada de Michigan relata cómo, en México, su pensión le permite pagar un departamento céntrico, salir a cenar varias veces por semana y aún ahorrar, algo impensable en Estados Unidos. Un ingeniero de software de California cuenta que en Lisboa encontró un ecosistema de nómadas digitales que le ofrece tanto comunidad como oportunidades de negocios, además de un clima más amable que el de Silicon Valley. Una pareja de Nueva York decidió mudarse a Medellín, Colombia, atraída por el costo de vida y la calidad de la atención médica, y asegura que ahora vive con menos estrés y más tiempo libre. Lo que está en juego no es simplemente un cambio de residencia, sino una redefinición profunda de lo que significa prosperar. Para generaciones anteriores, el sueño americano consistía en arraigarse y crecer dentro del país; para una parte creciente de los ciudadanos actuales, el verdadero sueño es encontrar fuera un entorno que les permita recuperar la tranquilidad, el tiempo y los recursos que sienten arrebatados. Así, el viejo mito se transforma en una nueva realidad: Estados Unidos, que durante décadas atrajo a millones de inmigrantes con la promesa de un futuro mejor, hoy ve partir a sus propios ciudadanos en busca de ese mismo ideal en otras latitudes. El sueño americano ya no se limita a un país; se ha convertido en un horizonte abierto, en el deseo de hallar bienestar más allá de las fronteras.

By Heydi Bernal for Ruta Pantera on 9/23/2025 9:49:00 PM

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