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BRAZIL ------------------------------------------768[FEATURE] MÁS QUE GOLES | |||
El fútbol y el alma brasileñaEl baile como espejo de identidad, herida y esperanzaBy Jazmin Agudelo for Ruta Pantera on 12/2/2025 9:12:33 AM |
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| En Brasil, nadie “juega al fútbol”; se le entrega por completo. La pelota no es un objeto: es una prótesis emocional, una válvula de escape y un espejo en el que todo un pueblo se ve a sí mismo herido, alegre, ingenioso y eternamente esperanzado. Mientras que en Europa el fútbol se analiza a través de la táctica y las estadísticas, en Brasil se vive como una experiencia casi mística. El fútbol funciona como una religión secular que ofrece lo que la historia ha negado al pueblo: justicia rápida, belleza gratuita y la ilusión de que el talento individual puede superar cualquier estructura opresiva. Pelé y la Copa del Mundo en 1958 Esta intensidad tiene profundas raíces históricas. La colonización portuguesa, cuatro siglos de esclavitud, la abolición tardía sin ninguna reparación y los constantes ciclos de auge económico seguidos de quiebras crearon un sentimiento colectivo de orfandad. Brasil nunca tuvo un Estado protector ni una narrativa nacional que reconfortara. En ese vacío emocional, el fútbol surgió a principios del siglo XX como una narrativa compensatoria: un espacio donde el cuerpo negro y mestizo—tradicionalmente castigado, humillado y exotizado—podía ser admirado, temido y convertido en un símbolo de grandeza. Cuando Pelé levantó la Copa del Mundo en 1958, un país entero sintió por primera vez que era posible ser protagonista de la historia mundial sin pedir permiso. Desde una perspectiva psicoanalítica, el característico futebol-arte revela una defensa colectiva maníaca frente al dolor social crónico. La obsesión con el regate innecesario, el pase de taco, la finta que humilla al adversario en lugar de buscar el camino más rápido hacia el gol, no surge únicamente de la eficiencia deportiva. Responde a la necesidad de negar, aunque sea por noventa minutos, la dureza de la vida cotidiana. Al transformar el partido en un espectáculo estético, jugador y público construyen un mundo paralelo donde la miseria, la corrupción y la violencia policial quedan suspendidas. Esta negación no es patológica; es adaptativa. Permite que millones de personas mantengan la capacidad de esperanza sin colapsar en depresión o ira destructiva. |
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El advenimiento del Torcedor El fenómeno del torcedor—una palabra intraducible que significa algo más que “aficionado”—ilustra otro poderoso mecanismo psicológico: la identificación proyectiva masiva. Durante el partido, los brasileños depositan en los once jugadores sus fantasías de omnipotencia, sus deseos de venganza histórica y sus anhelos de justicia. Cuando Brasil gana, la euforia es reparadora y narcisista: “somos los mejores, el mundo nos reconoce”. Cuando pierde, el duelo es devastador. El Maracanazo de 1950—derrota 2–1 ante Uruguay en una final que Brasil ya celebraba como ganada—y el Mineirazo de 2014—7–1 contra Alemania en casa en semifinales—funcionan como traumas nacionales transmitidos de padres a hijos. Incluso hoy, setenta y cinco años después, muchos brasileños mayores lloran al recordar 1950. El fútbol en Brasil no permite la indiferencia porque toca demasiado cerca el núcleo de la identidad. La figura del futbolista malandro encarna otra cara del psique nacional. Garrincha, el mayor ejemplo, fue alcohólico, irresponsable con el dinero, padre de al menos catorce hijos reconocidos y, sobre todo, incapaz de someterse a la disciplina táctica. Sin embargo, el pueblo lo ama con devoción religiosa precisamente por ello. En un país donde las instituciones fallan sistemáticamente, el genio que triunfa rompiendo las reglas se convierte en un héroe redentor. El malandro representa la valorización del placer inmediato, la astucia callejera y la resistencia pasiva al poder. Este arquetipo tiene su precio: generaciones de jugadores extraordinarios han priorizado el espectáculo individual sobre la organización colectiva, lo que explica parcialmente por qué Brasil, con tanto talento, ha ganado “solo” cinco Copas del Mundo en lugar de diez o doce, como muchos creen que merece. Durante décadas, el fútbol también fue un espacio de exclusión femenina que reproducía el machismo estructural. Hasta 1979, a las mujeres les estaba legalmente prohibido jugar al fútbol en Brasil. Esta exclusión dejó una herida profunda. Sin embargo, el crecimiento reciente del fútbol femenino—impulsado por figuras como Marta, seis veces jugadora mundial del año—está reparando simbólicamente esta deuda histórica. Cada gol anotado por Marta o por las nuevas generaciones es vivido por millones de niñas como una afirmación: “Yo también puedo”. La pelota, que durante tanto tiempo fue territorio exclusivamente masculino, se está convirtiendo en una herramienta de emancipación y elaboración colectiva del trauma patriarcal. Otro aspecto psicológico menos estudiado es el papel del fútbol como regulador emocional a escala social. Diversos estudios criminológicos han demostrado que durante los partidos importantes de la selección brasileña, las tasas de violencia doméstica, homicidios y robos disminuyen significativamente en todo el país. En momentos de máxima tensión política—como las protestas de 2013 o la destitución de Dilma Rousseff en 2016—el fútbol ha actuado como válvula de escape que previene explosiones mayores. El ritual deportivo ofrece catarsis inmediata, sensación de pertenencia y narrativa compartida en un país donde casi todo lo demás divide. En los últimos años, la globalización y la presión por resultados han puesto en crisis el tradicional futebol-arte. Entrenadores con mentalidad europea como Tite o Dorival Júnior han intentado imponer disciplina táctica, posesión y pragmatismo. Parte de la afición celebra los resultados; otra parte siente que el alma brasileña está siendo traicionada. Esa tensión refleja un conflicto psíquico más amplio: ¿hasta cuándo puede sostenerse la fantasía de que la belleza y el talento individual son suficientes para conquistar el mundo? ¿Es posible ser eficiente sin renunciar a la alegría? Brasil, en su conjunto, oscila entre la nostalgia por el jogo bonito y el miedo a quedarse atrás en el fútbol moderno. Un evento deportivo como ningún otro Visto en perspectiva, el fútbol brasileño condensa las paradojas de la identidad nacional: es tanto una celebración de la mezcla racial como una expresión de resistencia negra, pero también una expresión de un narcisismo herido que necesita constantemente demostrar su superioridad; es festividad colectiva y duelo compartido; es afirmación de libertad creativa y escape de una realidad insoportable. La pelota permite a los brasileños vivir, en un solo movimiento, la melancolía por lo que nunca tuvieron y la obstinada esperanza de que algún día lo tendrán. Por esta razón, mientras exista desigualdad abismal, memoria de la esclavitud y sensación de abandono estatal, millones de brasileños estarán dispuestos a detener el país entero para ver un partido. Porque en Brasil, ganar una Copa del Mundo no es solo un logro deportivo: es la prueba efímera de que, por un momento, la vida puede ser justa, hermosa y brasileña hasta el final. |
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References: Referencias Damatta, R. (1982). Carnavais, malandros e heróis: para una sociología del dilema brasileño. Zahar. Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. En J. Strachey (Ed. y traducción), The Standard Edition (Vol. 14). Hogarth Press/Amorrortu. Guedes, S. L. (2013). O futebol brasileño: institución cero. Auténtica. Helal, C., Soares, AJ y Lovisolo, H. (2001). A invenção do país do futebol: mídia, raça e idolatria. Mauad. Klein, M. (1946). Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. En Desarrollos en psicoanálisis, págs. 292-320. Paídos. Leite Lopes, JS (1997). Una victoria del fútbol que incorpora a la patria. Revista Brasileira de Ciências Sociais, 12(34), 71–92. Toledo, LH (2002). Torcer e vivir: a paixão pelo futebol no Brasil. Antropológico trimestral, 75 (4), 721–748. Winnicott, DW (1953). Objetos transicionales y fenómenos transicionales. En Juego y realidad, págs. 13–44. Routledge/Gedisa. Wisnik, JM (2008). Veneno remédio: o futebol e o Brasil. Compañía de las Letras. |
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