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ARGENTINA ------------------------------------------461[ARTICLE] | |||
El Obelisco que casi no existióPolémicas en la construcción del símbolo de Buenos AiresBy Jazmin Agudelo for Ruta Pantera on 10/16/2025 9:25:45 AM |
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| En el corazón de Buenos Aires, erguido como un centinela inquebrantable en la intersección de las avenidas Corrientes y 9 de Julio, se alza el Obelisco, un monumento que ha pasado de ser un objeto de burla y controversia a convertirse en el emblema indiscutible de la ciudad. Inaugurado en 1936 para conmemorar el cuarto centenario de la fundación de Buenos Aires, este coloso de hormigón de 67,5 metros de altura casi no ve la luz del día, y poco después de su nacimiento, estuvo a punto de ser demolido. Su historia es un relato fascinante de ambición urbanística, choques culturales y resiliencia, que refleja las tensiones de una Argentina en transformación durante la década del treinta. A lo largo de este artículo, exploraremos las raíces de su creación, las polémicas que lo rodearon y cómo, contra todo pronóstico, se consolidó como un ícono porteño. Un monumento para una ciudad en renovación La idea del Obelisco surgió en un momento de efervescencia patriótica y modernizadora. En 1936, Argentina celebraba los 400 años de la primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza, ocurrida el 2 de febrero de 1536. Bajo la presidencia de Agustín Pedro Justo (1932-1938) y la intendencia de Mariano de Vedia y Mitre (1932-1938), la ciudad emprendió un ambicioso plan de obras públicas que incluía el ensanchamiento de la avenida Corrientes, la apertura de la avenida 9 de Julio y la creación de la Plaza de la República. Este proyecto no era solo urbanístico; era una declaración de progreso, inspirada en modelos europeos como los Campos Elíseos de París, pero adaptada al espíritu argentino. El decreto municipal que dio luz verde al monumento se firmó el 3 de febrero de 1936, y el diseño fue encomendado al arquitecto Alberto Prebisch, una figura clave del racionalismo argentino, conocido por obras como el Cine Gran Rex. Prebisch, influenciado por el modernismo, optó por una forma simple y monumental: un obelisco inspirado en los antiguos egipcios, pero con un toque contemporáneo. El sitio elegido no era casual; allí se encontraba la antigua iglesia de San Nicolás de Bari, un edificio histórico donde se había izado por primera vez la bandera argentina en Buenos Aires, el 23 de agosto de 1812. La demolición de esta iglesia, decidida tras una batalla legal ganada por el municipio en 1931, fue uno de los primeros focos de controversia. Para muchos, representaba un sacrificio innecesario de la tradición en aras de la modernidad (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, s.f.). La nueva iglesia de San Nicolás se inauguró en 1935 en la avenida Santa Fe, pero el acto de derribar un templo con tanto valor simbólico generó protestas de sectores conservadores y católicos. Figuras como Mariano Moreno y Manuel Dorrego habían sido bautizados allí, y Manuel Alberti yacía enterrado en sus muros. Esta tensión entre lo viejo y lo nuevo marcó el tono de las polémicas que vendrían. Un prodigio de velocidad y tragedia La obra del Obelisco comenzó el 20 de marzo de 1936 y se completó en apenas 60 días, inaugurándose el 23 de mayo a las 15:00 horas, justo a tiempo para las festividades del 25 de Mayo. El consorcio alemán GEOPÉ-Siemens Bauunion-Grün & Bilfinger se encargó de la ejecución, empleando a 157 obreros y utilizando técnicas innovadoras para la época. Se vertieron 680 metros cúbicos de hormigón con cemento Incor de endurecimiento rápido, en secciones de dos metros, y se revistió con 1.360 metros cuadrados de cuarzo blanco de la Pampa de Olaen, en Córdoba. El costo total fue de 200.000 pesos moneda nacional, una suma modesta para un monumento de tal envergadura (Wikipedia contributors, 2025). La estructura mide 67,5 metros de altura, con una base cuadrada de 6,8 metros por lado que se estrecha hasta 3,5 metros en la cima, rematada por una punta de 40 centímetros equipada con un pararrayos. Cuenta con una única puerta de entrada en el lado oeste, que da acceso a una escalera marinera de 206 peldaños con siete descansos. En la cúspide, cuatro ventanas ofrecen vistas panorámicas de la ciudad. Los cimientos, de 20 metros de lado, se apoyan en vigas y zapatas que aprovechan el tendido de la línea B del subte. Sin embargo, esta rapidez no estuvo exenta de riesgos. Durante la construcción, el obrero italiano José Cosentino cayó fatalmente en una de las bóvedas de los cimientos, convirtiéndose en la única víctima mortal del proyecto. Este incidente, aunque aislado, alimentó las críticas sobre la seguridad y la premura de la obra. A pesar de ello, la inauguración fue un evento solemne: el intendente Vedia y Mitre lo describió como "la materialización del alma de Buenos Aires", y la Banda Municipal interpretó el Himno Nacional mientras se cortaban las cintas simbólicas (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, s.f.). | ||||
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la burla al intento de demolición Desde su concepción, el Obelisco fue un imán para las críticas. Muchos lo tildaron de "adefesio", "bodrio" o "monumento estrafalario", cuestionando su estética racionalista en una ciudad aún apegada a estilos neoclásicos y barrocos. Se rumoreaba sobre posibles "negociados" detrás de su rápida aprobación, y su forma fálica inspiró chistes y motes irreverentes. La demolición de la iglesia de San Nicolás exacerbó el debate: para los tradicionalistas, era un atentado contra el patrimonio católico y la identidad porteña, mientras que los modernizadores lo veían como un paso necesario hacia el progreso (Santillán, 2021). Pero la controversia alcanzó su clímax en 1939, apenas tres años después de la inauguración. En 1938, se desprendieron algunas losas del revestimiento, destruyendo gradas y atribuyéndose a vibraciones del subte. Esto llevó al Concejo Deliberante a aprobar, por 23 votos contra tres, la Ordenanza N.º 10.251 para demoler el monumento, argumentando razones estéticas (lo llamaban "funerario" y "feo"), económicas (costo de mantenimiento) y de seguridad pública. Se alegaba que la ley 8855 no autorizaba monumentos en la 9 de Julio y que la obra carecía de validez legal. Los defensores, sin embargo, esgrimían el alto costo de la demolición, el manejo de escombros y su valor como atractivo turístico y punto de referencia geográfico (Balmaceda, s.f.). El debate dividió a los porteños: por un lado, los patrimonialistas lo veían como un "intruso" mal concebido; por el otro, figuras como el diputado Pío Pandolfo argumentaban en el Congreso que era un monumento nacional, no sujeto a decisiones locales. Finalmente, el intendente Arturo Goyeneche, designado por el presidente Roberto Marcelino Ortiz, vetó la ordenanza. Ortiz intervino personalmente, destacando su importancia conmemorativa y comprometiéndose a que el Ministerio de Obras Públicas cubriera las reparaciones. Las losas fueron reemplazadas por revoque de cemento y 620 litros de látex, aunque en el proceso se eliminó la inscripción que acreditaba a Prebisch como arquitecto (Santillán, 2021). | |||
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